“Los niños de hoy en día son peores que los de antes”, “La educación no es la que era”, “Los profesores no enseñan lo que tienen que enseñar” Estas frases y opiniones las oímos hoy en día en todos lados, pero debemos preguntarnos cuánto de verdad hay en ellas y cuánto de no tan verdad.
Los niños de hoy en día no son peores que los de antes; son
diferentes. Se sienten muchas veces desconectados de la sociedad, sin sitio en
ella. Ha habido un gran cambio en la sociedad con respecto a la de antes y hay
por ello un gran abismo entre las diferentes generaciones que conviven hoy en
día en ella, lo que hace que se forme una brecha entre la juventud de ahora y
nuestros mayores. Una brecha que debemos ir cerrando desde la escuela y la educación
en la que nos vemos inmersos.
Debemos fomentar, por tanto, una escuela motivadora, en la que
ofrezcamos a los niños cosas que no puedan obtener viendo la tele o navegando
en internet (algo que, bajo mi punto de vista, es realmente difícil). Tenemos
que prepararles para el futuro que viene, un futuro incierto en el que habrá nuevas
profesiones que aún no conocemos y nuevas formas de manejar el conocimiento.
Hay que fomentar y educar en valores, tales como la empatía o la tolerancia,
los cuales son importantes para el mundo laboral. Así como el pensamiento
crítico, la creatividad y originalidad. Debemos fomentar una mentalidad abierta
para que sean capaces de escucharse y de trabajar en equipo (ya que trabajando
en grupo se pueden obtener más beneficios), desarrollar en ellos aptitudes
emocionales y sociales, enseñarles a descubrir sus propias emociones y que
aprendan a gestionarlas y a autoregularse, algo que creo que merece la pena para
crecer como persona y que les servirá para toda la vida y algo, también, que no pueden ofrecerles
internet o la televisión.
Y aquí es donde entra el papel del profesor. Ése que está
continuamente en el punto de mira, ya sea por los políticos, otros
especialistas, padres y madres o alumnos; debido a los resultados del último
informe PISA, al nivel de exigencia, al castigo que le han echado a un alumno
o a lo que sea que se les ocurra. Al profesor y educador se le tiene que
respetar siempre, tanto por alumnos, padres y madres como por los mismos
docentes o especialistas de otras profesiones. El papel del profesor, aunque
muchas veces no lo creamos, es muy importante en la vida del alumno; el
profesor tiene que acompañar al alumno en su proceso de enseñanza –
aprendizaje, ayudarlo a que de lo mejor de sí mismo y no perder nunca la
pasión por su vocación. Y recordar, ante todo, que en la educación no son tan
importantes los resultados, como parecen ser, si no lo bueno de preguntarse y
descubrir cosas nuevas, el momento y el camino que te lleva a hacerlo porque al
ser humano, no sólo le gusta aprender, si no que es feliz cuando lo hace.
Aquí adjunto el vídeo sobre el que trata mi reflexión y un
manifiesto muy interesante, el manifiesto “No es Verdad” en el cual se da explicación
a las cosas más importantes y que más se ponen en duda de la educación de
nuestro país.
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